miércoles, 9 de noviembre de 2016

La leyenda de Dayagon - Capítulo 25


Dayagon despertó encadenado en una celda de madera junto a otros marineros del Argos. No le hizo falta preguntar para saber que se encontraba en un barco, pero, desde luego, no el Argos. Miró a su alrededor. Muchas caras las conocía, otras solo de vista, pero en todas ellas se podía ver el miedo y la desesperación. Cuando intentó hablar, lo que salió de su garganta fue un pobre gañido. Se aclaró la garganta con un carraspeo y repitió:

- ¿Cuánto ha pasado?
- Unas horas. – le respondió el marinero de su izquierda.
- Silencio. – dijo una voz desde fuera de la celda.

Un pirata se asomó por la pequeña ventana con barrotes que tenía la puerta. Esta se abrió y entraron dos piratas a la celda. Los marineros bajaban la mirada a su paso. Llegaron hasta Dayagon y, uno de ellos, soltó el candado que unía sus grilletes a la pesada cadena que cruzaba la celda de lado a lado y a la que estaban unidos todos los hombres.

martes, 10 de mayo de 2016

7 mundos, 7 almas - capitulo 3


Súric estaba sentado a los mandos de un pequeño sumergible monoplaza. A través de las ventanas podía ver las fachadas de los edificios de la antigua humanidad. Casi un siglo atrás, la humanidad había llevado al planeta al borde del colapso. La sobrepoblación del planeta empezaba a generar serios problemas como el hambre, la contaminación y la reducción alarmante de los recursos naturales. El calentamiento global producido por la industria humana había provocado el deshielo de los glaciares y los polos, aumentando así el nivel de los océanos y mares. Pero lo peor aún estaba por venir.

Grandes cometas de hielo se fundieron en la atmosfera del planeta añadiendo una cantidad mayor de agua a éste. La humanidad quedo relegada a pequeñas islas que, antiguamente, habían sido los picos de las montañas más altas.

Súric era un submarinista, una persona que se dedicaba a explorar y rescatar viejos tesoros de las ciudades submarinas. Tenía 24 años y había crecido oyendo las historias del viejo mundo que contaban los más ancianos.

sábado, 9 de abril de 2016

La leyenda de Dáyagon - capítulo 24



La niebla se había levantado durante la noche formando una espesa capa de nubes por encima de ellos que tapaba la luna y las estrellas. No tenían ningún punto para orientarse, pero la oscuridad era tan grande que el Raubtier no los vería hasta que estuviera a su lado. Si los cálculos no le fallaban, Kechard suponía que faltaba poco para el amanecer y que su rumbo era hacia el oeste, por lo que el sol saldría por detrás de ellos.

- Ferthdon. Prepara a los hombres. Quiero las balistas armadas y marineros en la arboladura listos pá desplegar las velas a mi señal. Y en silencio.

La cubierta del barco se convirtió en un ajetreo. Los marineros iban de allá para acá, dejando virotes para ballestas en los carcajes atados a la borda, subiendo munición para las balistas de la bodega y subiendo por la arboladura para esperar la orden de Kechard. El sol comenzó a despuntar por el este, justo a la popa del Argos. Allí en el horizonte se veía la silueta negra del Raubtier.